El bastardo

No te engañes, has entrado aquí para ver si te acabo de convencer, si estoy a la altura.

Es lógico, este es el lugar en el que la mayoría explica lo especial que es, te dice que se ha transformado en un ser de luz, que tiene una misión: cambiar vidas, tu vida… 

…Es donde todos se ponen guapos, guapas y guapes, y se venden para que los del otro lado, vosotros, le deis vuestra aprobación… Y vuestro dinero.

Siento decepcionarte, o quizá no.

Mejor te cuento una breve historia…

Cuando tenía 18 años, como a todos los españolitos de mi edad, me tocó hacer el servicio militar. Sí, la puta mili.

Se podían pedir prórrogas por estudios, pero como yo pasaba del tema, de estudiar digo, no tuve más remedio que hacerla…

Aunque me tocó en otra unidad, mi padre era legionario, y por tradición familiar (y porque pagaban más y me quería comprar una moto), me alisté voluntariamente en La Legión. Ya sabes, donde los porros y la cabra. 

Meses después me hice profesional y me quedé allí unos cuantos años.

Como te puedes imaginar, en un sitio como ese había mucho descerebrao, gente con el cerebro en pausa, zumbaos, aunque también gente currante y competente, claro.

Por avatares del destino acabé en la Patrulla de Tiro. Allí el trabajo consistía básicamente en correr y disparar, disparar y correr, mucho, como cabrones. El objetivo era formar parte del equipo que representaría a la Legión en el campeonato de España.  

Era realmente duro.

Un día, durante de mi segundo año, cuando se acercaba la fecha en la que decían quien iba al campeonato y quien no, tuve una movida con un Sargento, y me dijo que se iba a encargar de que yo no formara parte del equipo.

No era justo.

Me lo había currado.

Ya tenía el nivel para estar ahí.

Estaba en todas las quinielas para ir.

Sentía que me lo había ganado, que me lo merecía.

Como un animal herido fui a hablar con el Teniente, que era el jefe del cotarro, el capo, el que tenía la última palabra. Le conté lo que había pasado, y le expuse una por una las razones por las que me tenía que llevar a ese campeonato.

Su respuesta fue como un disparo:

Jaime, no somos nadie

Y se fue.

Aún me recuerdo llorando como un pardillo el día que se marcharon en el autobús y yo me quedé en tierra.

Al año siguiente, conseguí por fin montarme en ese autobús. Me costó nada menos que 3 años formar parte de aquello.

Igual estás pensando que la moraleja es que me esforcé y lo logré. 

Continuo…

… Podría decir que aprendí una lección vital, de esas que te cambian para siempre, pero te mentiría, en realidad seguí siendo un pringao que no se enteraba de cómo funcionan las cosas.

Con los años, me di cuenta de un par de detalles:

Uno.- Decirle a los demás que eres bueno genera rechazo, te digo más, es de julay.

Dos.- Decirles lo que tienen que hacer, es peor aún.

En fin, no tengo ninguna habilidad destacable, soy de barrio, y a la universidad no he ido ni de excursión. Eso sí, siempre me he buscado bastante bien la vida y no me ha ido nada mal. 

Solo te diré que desde que nació mi hijo (el legítimo… o eso dice la señora bastarda), me he centrado en ganar dinero para que mi familia tenga más libertad.

+ DINERO = + LIBRES.

Tengo el control de mis finanzas y hago cosas sencillas para ganar más pasta.

Y tengo un plan oscuro para ser dueño de mi tiempo y disfrutar de los míos mientras tenga salud.

De mantenerla también me ocupo, ya sabes, “morir joven lo más tarde posible”

Igual algo de esto te interesa.

Las cuento en mi newsletter. Cada día.

Palabra de bastardo.